A raíz del triste suceso, han surgido
voces que piden la disolución de la Policía Nacional por un nuevo cuerpo del orden,
con otro perfil y comportamiento distinto porque los actuales carecen de Respeto, Confianza y Admiración.
Lo que sucedió con los evangélicos
sucede todos los días en el país, cientos y cientos de ciudadanos caen abatidos
a manos de miembros de esa institución, es solo que las víctimas no gozaban del
privilegio de ser cristianos y de que existieran sobrevivientes que
testificaran a su favor, para evitar así
la versión casi nunca creíble, de los Policías
Asesinos.
Detener un vehículo, por más sospechoso que parezca, comenzar a disparar como si en nuestro país la uniformada ostentara la facultada de ejecutar la pena de muerte, es una acción criminal y máxime en un estado donde ´´ La Presunción de Inocencia ´´ está establecida en nuestra legislación.
Una rápida reacción del jefe de la policía,
estableciendo que los involucrados iban a ser sometidos a la justicia, como que
si eso fuera a devolverles la vida a los siervos de Dios, en vez de satisfacción
lo que provoca es más rechazo y miedo hacia una institución que garantiza todo
menos EL ORDEN Y LA VIDA.
Garantizar el orden debe ser su misión,
proteger al ciudadano es su responsabilidad y combatir la delincuencia es su deber,
si no pueden cumplir con eso, entonces para que la necesitamos, que la
disuelvan ya y que se cree un cuerpo que justifique y garantice su existencia.
En unos días todo se olvidará, la vida
seguirá su curso normal y esos mismos policías que hoy están en reflexión por
lo que ha sucedido, volverán a las calles a poner de manifiesto su Conciencia Muscular.
Siendo esto así es obvio que necesitamos
una nueva policía que no nos ponga en peligro, sino más bien que nos proteja y
que sepan actuar como se presume lo deben hacer, cuando los persiguiendo a los
que están en conflictos con la ley y los inocentes,
incluyendo los que profesan la fe cristiana, estén en las calles o se crucen en
su camino.
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